Y bajó a la cafetería con los ojos hinchados y el alma encogida para pedir un chocolate, entrar en calor e inducir el sueño.
- Un chocolate- pidió con voz trémula. Mientras lo removía, iba ahogando uno a uno los tic tac de su reloj de aquella noche y el sinsabor que deja el insomnio.
Ella se levantó, se sirvió un café y dejó en el primer sorbo lo intangible deseando algun día convertirlo en realidad.
2 comentarios:
¿De la elegancia del erizo?...
Tú si que eres un erizo!! :PP
Insomnio ... asfixia ... malamente nos llevamos, ¡qué te voy a decir!
bsos!
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