domingo, 22 de enero de 2017

Te doy una canción

Cómo gasto papeles recordándote,
cómo me haces hablar en el silencio,
cómo no te me quitas de las ganas
aunque nadie me ve nunca contigo.
Y cómo pasa el tiempo que de pronto son años
sin pasar tú por mí, detenida.

Te doy una canción si abro una puerta
y de las sombras sales tú.
Te doy una canción de madrugada,
cuando más quiero tu luz.
Te doy una canción cuando apareces
el misterio del amor,
y si no lo apareces no me importa:
yo te doy una canción.

Si miro un poco afuera me detengo:
la ciudad se derrumba y yo cantando,
la gente que me odia y que me quiere
no me va a perdonar que me distraiga.
Creen que lo digo todo, que me juego la vida,
porque no te conocen ni te sienten.

Te doy una canción y hago un discurso
sobre mi derecho a hablar.
Te doy una canción con mis dos manos,
con las mismas de matar.
Te doy una canción y digo: “Patria”,
y sigo hablando para ti.
Te doy una canción como un disparo,
como un libro, una palabra, una guerrilla:
como doy el amor.

Silvio Rodríguez

domingo, 15 de marzo de 2015

Lo siento...

Un mes y no he sabido recoger aún mis vestiduras del suelo, no he sido capaz de vestirme con la alegría que siempre has conocido. Me siento desnuda ante ti, extraña y desnuda, como quien ha perdido todo y busca desesperadamente un refugio, algo con que tapar sus vergüenzas. Sólo es eso, nada y todo. Nada que alivie mi desnudez. Todo como un peso enorme que me azota. Y no, no soy capaz de sonreir. Lo intento desesperadamente, pero no me sale. Ni siquiera soy capaz de decírtelo sin tener que escribirlo aquí. Lo siento, siento que te he fallado, pero tambien siento que he hecho el ridículo más grande de mi vida. Ahora no hay arreglo, solo dejar pasar el tiempo.
Lo siento...
Lo siento...

jueves, 22 de enero de 2015

Si aún me puedo quedar...

Cada vez que me separo de ti es como si me arañaran el corazón de arriba a abajo muy lentamente, como cuando te hurgan en una herida importante ensañándose con ganas. Me quedo lamiéndome los labios, buscando hasta el último sabor que me dejas, el que me llena de vida y me hace seguir.
Sabes que me quedaría por siempre, pues a tu lado me siento libre, me siento yo, sin ataduras, con la firme convicción de que es lo que quiero, con tus tiempos que respeto a pies juntillas porque no se puede querer sin respetar primero.
No te haces idea de cuántas veces pienso en sustituir esa soledad que jamás te abandona. Ni de las veces que al cabo del día cuento los kilómetros y los maldigo infinitas veces uno a uno. Ni las ganas que me entran de mandarlo todo a la mierda y liarme la manta a la cabeza. Ni tampoco la de veces que te pienso haciendo tus cosas, trabajando o durmiendo. Y recuerdo tus besos mientras me recorre un escalofrío intenso por todo el cuerpo que me estremece de pies a cabeza.
Lo sabes, que te echo de menos siempre, te lo he dicho. Tantas veces como lo mucho que te quiero. Porque te quiero, no lo dudes.


sábado, 11 de octubre de 2014

Atardecer...

Ver la luz de este atardecer es como recordar uno a uno tus besos. Es evocar en las yemas de mis dedos una por una las caricias que fui dejando en tus manos y en tu rostro. Las llevo escritas a fuego porque así es como se marcan las cosas que se hacen con el alma.
El cielo me trae las luces de tu sonrisa, el eco suave de tus palabras, la tranquilidad que me transmites con tu presencia. 
El agua mansa me recuerda la ternura de tus manos, el calor de tus brazos y la suavidad de tus caricias.
Ójala no se quede todo en un recuerdo y pueda volver a ser pronto, muy pronto...


Calahonda, costa de Granada. Foto E. Moreno.

martes, 2 de septiembre de 2014

Barruntos

2.09.14
Hace tanto que no vomito aquí mis pensamientos que hasta me ha dado pudor abrir este rincón y comenzar a expulsar lo que siento.

A ver cómo lo explico, que no es que no pueda, sino que son tantas y tantas las ideas y sentimientos que manan de mi alma que no sé siquiera por dónde empezar. Bueno, sí lo sé, por las cosas que nunca te diré y que es muy probable que ni leas en esta esquina oscura donde me escondo para poder soltar aquello que no soy capaz de decirte a la cara. Qué valiente yo...

Es obvio que me encantas, te lo he dicho cientos y cientos de veces, aunque no de la manera que aquel día te dije que iba a respetarte por encima de todo. Pero me quema por dentro lo que pienso, que no es lo que quiero, por otro lado. Todo esto me causa una madeja de barruntos en mi cabeza que, como ves, no soy capaz ni de expresar.

No quiero dejar un texto poético como en otras ocasiones. De lo que trato con estas letras es de desenmarañar toda esa bola que no hace más que dar vueltas y vueltas en mi cabeza. En ocasiones, me parece que estoy montada en una montaña rusa que va a gran velocidad y me pone del derecho y del revés, subiendo y bajando pendientes como si estuviera en una contrarreloj. En otras, me sumo en la negatividad más absoluta sin pensar siquiera en lo real, aunque, afortunadamente, éstas son las menos.

Sé lo que quiero, ser feliz a tu lado de cualquiera de las formas, siendo amigos, estando más o menos cerca (la distancia, la puñetera distancia), echándote un cable siempre que lo necesites (porque la mano no sólo se tiende en momentos de necesidad física, sino también moral y anímicamente). Ya formas parte de esa alegría que copa mis días y también mis noches y sabes del beneficio que estás infundiéndome porque para eso me he encargado de decírtelo. Me aterra pensar más allá de todo esto, me da pavor, porque siento que si lo pienso voy a perderte. Y eso sí que es lo que no quiero, que también lo tengo claro.

Pero no te voy a negar que has removido aguas en mi corazón que desde hace tiempo permanecían en calma. 

Ahora viene lo que pienso, que no es ni más ni menos que no hacer absolutamente nada, dejarme llevar por ti y por el tiempo. Soy consciente de las barreras, las físicas y las personales, las tuyas y las mías. Por eso, creo que debo respetarte. Porque mi libertad termina donde empieza la tuya y sabes que jamás me perdonaría traspasar esa indispensable barrera.

No quiero extenderme más, no sé cómo explicarme mejor... 

La única certeza que tengo es que así, como ahora, ya, te quiero mucho.


viernes, 8 de agosto de 2014

Pensándote

*Nota: Entrada recuperada 8 de agosto de 2014, escrita aproximadamente en febrero de 2009.

Ahora que duermes, me acerco a tu oído y te hablo en silencio. Sé que tú escuchas mi silencio, todos los días, todas las horas de todos los días. Lo mismo que yo escucho tu silencio. Mientras, a cada rato, anhelo escuchar tu voz, oirte preguntarme qué tal y sentir tu risa cuando te cuento mis nimiedades... No lo puedo evitar, me paso el día, los días, pensando en ti...pensándo-te...

Entrega

*Nota: Entrada recuperada 8 de agosto de 2014, escrita aproximadamente en febrero de 2009.

Caer... Levantar la cabeza y verte. La piedra impidiendo levantarme, el agua al cuello intentando mantenerme en la superficie... Sentirte cerca, muy cerca y escapar de todo. Esa es la salvación que quiero, la que me das cada día, a la que me entrego...

Anhelo

*Nota: Entrada recuperada 8 de agosto de 2014, escrita aproximadamente en enero de 2009.

El día que pueda disfrutar de esto o de algo similar contigo no me lo voy a creer... Tengo un deseo enorme de vivir esos días a tu lado. Y compartir contigo lo que más nos gusta...


Foto M. Leal

viernes, 21 de septiembre de 2012

Cajita de música

Sentada en su escritorio miraba la blanca caja en la penumbra de su dormitorio. La madrina la había traído envuelta en un papel casero y ahora disfrutaba de su encerrado encanto. La tomó con sus manos e hizo girar la mariposa que daba cuerda bajo ella. Quién sabe qué misterio encerraba...

Abrió la tapa y el chirriar agudo de unas bisagras oxidadas hizo aparecer una pequeña bailarina que, de puntillas, iniciaba una danza llena de giros, giros como su vida.

Se quedó mirándola fijamente, mientras se dejaba reflejar en el espejito del fondo. Le atraía su baile y la música que surgía de sus pies y de repente, en un pestañeo, apareció en aquella calle recién asfaltada llena de altos edificios. Ni un solo coche, sólo ella, vestida con aquella túnica blanca de gasa y su rubia melena cayendo sobre su espalda. Miraba a su alrededor sorprendida, jamás había estado allí. No conocía aquel contraste de estilos, lo clásico y lo moderno en perfecta convivencia, el mármol blanco y el ladrillo de una urbe entregada un día a la corte y hoy, según parecía, al estrés de las corbatas y los maletines. No había contrastes entre los semáforos que cambiaban su luz constantemente y las cenefas talladas de las sobreventanas y balcones.

De repente, el aire la arrastró hasta el final de la avenida, donde una diosa subida en una carroza tirada por leones y con una gran llave en la mano surcaba el agua que deseaba beber...

La puerta se abrió y la voz de su madre la sacó de la ensoñación. Había estado en Madrid, en un Madrid vacío, ella, la princesa...

miércoles, 14 de marzo de 2012

Este mar tuyo...

Cuando abra los ojos a la luz, veré la barca que me ofrece el mar de mi deseo, una barca limpia, ligera, muy blanca, casi pura, muy llena de ilusión y alegría. Ya el mar atisba olas y moja mis pies poquito a poco acercándose a la orilla. Olas revueltas, inquietas, claras, espumosas... que van mojando el fondo y arrastrando la barca hacia adentro. Y a mí con ella.

Montaré en tu barca, no lo dudes, y sortearemos el oleaje del deseo luchando con besos. Remaremos a golpes de caricias y con remos de complicidad...

No me dejes sola en este mar tuyo...

Atardecer en Bajo de Guía, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz