viernes, 21 de septiembre de 2012

Cajita de música

Sentada en su escritorio miraba la blanca caja en la penumbra de su dormitorio. La madrina la había traído envuelta en un papel casero y ahora disfrutaba de su encerrado encanto. La tomó con sus manos e hizo girar la mariposa que daba cuerda bajo ella. Quién sabe qué misterio encerraba...

Abrió la tapa y el chirriar agudo de unas bisagras oxidadas hizo aparecer una pequeña bailarina que, de puntillas, iniciaba una danza llena de giros, giros como su vida.

Se quedó mirándola fijamente, mientras se dejaba reflejar en el espejito del fondo. Le atraía su baile y la música que surgía de sus pies y de repente, en un pestañeo, apareció en aquella calle recién asfaltada llena de altos edificios. Ni un solo coche, sólo ella, vestida con aquella túnica blanca de gasa y su rubia melena cayendo sobre su espalda. Miraba a su alrededor sorprendida, jamás había estado allí. No conocía aquel contraste de estilos, lo clásico y lo moderno en perfecta convivencia, el mármol blanco y el ladrillo de una urbe entregada un día a la corte y hoy, según parecía, al estrés de las corbatas y los maletines. No había contrastes entre los semáforos que cambiaban su luz constantemente y las cenefas talladas de las sobreventanas y balcones.

De repente, el aire la arrastró hasta el final de la avenida, donde una diosa subida en una carroza tirada por leones y con una gran llave en la mano surcaba el agua que deseaba beber...

La puerta se abrió y la voz de su madre la sacó de la ensoñación. Había estado en Madrid, en un Madrid vacío, ella, la princesa...

miércoles, 14 de marzo de 2012

Este mar tuyo...

Cuando abra los ojos a la luz, veré la barca que me ofrece el mar de mi deseo, una barca limpia, ligera, muy blanca, casi pura, muy llena de ilusión y alegría. Ya el mar atisba olas y moja mis pies poquito a poco acercándose a la orilla. Olas revueltas, inquietas, claras, espumosas... que van mojando el fondo y arrastrando la barca hacia adentro. Y a mí con ella.

Montaré en tu barca, no lo dudes, y sortearemos el oleaje del deseo luchando con besos. Remaremos a golpes de caricias y con remos de complicidad...

No me dejes sola en este mar tuyo...

Atardecer en Bajo de Guía, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz

jueves, 1 de marzo de 2012

Miedo

Hace día y medio que no sé nada de ti y empiezo a darle vueltas a la noria de mi cabeza... Provocas en mí tantas cosas buenas que cuando no estás es como si me faltara una parte de mí, un trocito. Me siento tan bien contigo que tengo miedo de perder esa complicidad que nos une. Me encanta escucharte atentamente cuando me llamas y susurras en mi oído lo mucho que me deseas con tu voz rasgada. Pero ahora no puedo evitar sentir miedo de perderte, de que te alejes de mí y no me recuerdes nunca más. No quiero dejar de sentir tus besos y tus abrazos, por eso tengo miedo de decirlo alto por temor a no volver a verte más.

Rebobinaría la película de nuestros poquitos días una y otra vez, de la misma manera que releo nuestra última conversación sólo por volver a sentirte a mi lado y dejar de tener miedo...