Presupuestos... y tú. Partidas presupuestarias y, en medio, tú. Definiciones, y sigues aquí. Clases y estudios, y no dejas de estar conmigo. La espera a la media noche por ti. Las ganas de fundir tu sonrisa y la mía, tus ganas y mis deseos, tus manos en mi piel. Acércate. No llevas ceros, no te tengo alergia. Tráeme el zapato de cristal que olvidé en los fríos del invierno y déjame ser tu cenicienta una noche más. Una noche llena de luna... una noche llena de sol... Te espero...
Una vez conocí a una niña que sonreía triste. Lo hacía porque los únicos abrazos que recibía eran los del aire que la enfriaba como si fuera una cazuela retirada del fuego. Buscaba y buscaba, pero se dio cuenta de que los únicos abrazos que tenía eran los de sus sábanas por la noche, o el agua recorriendo su cuerpo al ducharse. Cuando estudiaba, percibió que lo único que la abrazaban eran las palabras; y al descansar al terminar el día en su sillón, lo que la abrazaban eran los propios cojines que sostenían su descanso.
Sonreía triste porque esos abrazos no daban calor, no tenían nada, y ella estaba vacía. Se relacionaba con mucha gente al cabo del día, sonreía para ellos, pero en el fondo, no quedaba nada. Le decían que se mostraba reservada. ¿Cómo iba a mostrarse de dentro a fuera si es que no había nada?
Entre tanto seguía recibiendo los abrazos desalmados de un agua caliente en la ducha, unas sábanas frías en la noche, un cinturón que protegía su vida en el coche, unas cuantas palabras rebujadas al leer, ... Ese era su día a día.
Un día conocí a esa niña. Y me di cuenta de que esa niña era yo...
Miran al cielo y piden un deseo: contigo la noche más bella. Amores imposibles que escriben en canciones el trazo de una estrella. Cartas que nunca se envían. Botellas que brillan en el mar del olvido. Nunca dejes de buscarme la excusa más cobarde es culpar al destino, es culpar al destino.
Cuando salga de clase, lo volverá a encontrar en el lado salvaje, tras el humo del hash. Él, dulce calavera. Él, corsario de barrio. Ella, dulce muñeca. Ella, seria y formal. Él no escucha el rumor de sus alas si pasa a su lado. Pobre Blancanieves, nuestro príncipe prefiere a la madrastra, a la mala del cuento. Él será la manzana donde duerme el veneno.
Ella soñará un verso que él nunca escuchará. Él no trepará sus trenzas una noche de invierno. Ella soñará un viaje y no habrá despedidas. Ni canciones de amor, ni Capuleto y Montesco. Crecerán y en la espuma del tiempo se deshacen sus sueños. No quedará ni un recuerdo, ni en la noche un lamento. Quizá una leve herida que lavará el olvido o el agua de la clepsidra.
No busques el calor de mis palabras cuando vengas del calor de otros labios. Prefiero los brazos fríos de mi cama vacía en soledad al iceberg de tu cuerpo. No se te ocurra acercarte.