domingo, 27 de diciembre de 2009

Yo también...

Asomé mi cuerpo a la ventana y allí estabas tú. En cada gota de lluvia, dándome los besos que me mandabas. Me dejé empapar y calé hasta mis huesos con tu espíritu y tu calidez para llenarme de ti y sentirte presente. Entonces el viento susurró algo en mi oído, muy leve, muy suave, sin percibirse apenas. Era tu voz, tu grito en el silencio, estaba segura, sin dudarlo...


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